Una historia del baúl de los recuerdos... #2

Quizá sea algo muy cliché para las personas qué ya han vivido la historia de 'su primer beso' e inclusive una fantasía qué muchos quisieran llegar a tener, pero para mí, el haberlo dado bajo la lluvia fue motivo completo para enamorarme profundamente de ella. Actualmente no me gusta ser alguien que indague su pasado para recordar sucesos qué me han marcado, pero el día de hoy encuentro un motivo bastante claro para hacerlo. 




En mi ciudad de residencia, Bogotá, se acostumbra a tener un clima bastante variado, sin embargo se caracteriza por poseer un clima frío y lluvioso, lo cuál a mi me ha encantado, pese a ser una persona que proviene de tierra caliente. No quisiera colocar entre la espada y la pared a quién involucra, le diré 'Margarita' qué, pese a no ser una flor que le gustase, comparte similitud en el color que posee su flor favorita. 

Este fragmento de mi vida se remonta a bonitos recuerdos del año 2015, cuando... digamos de una manera u otra, estaba lleno de sentimientos hacia otro ser humano. Tenía una costumbre de típico ser enamorado —qué para nada está mal hecho, solo es un acto al estar enamorado de alguien— de acompañar a dicha persona a donde fuese, con tal de compartir tiempo con ella. Llevaba tiempo de conocer a esa persona, y en verdad me sentía atraído, estaba a gusto compartiendo mi tiempo y disfrutando al máximo cada momento. Para Margarita era igual, sin embargo al día de hoy creo que fui yo el qué más amo a esa persona, porque sí, aunque sea muy precipitado decirlo, sentí amar, como muchas cosas más[...] no puedo decir con certeza que Margarita sintiese lo mismo, aunque quizá me equivoco y solamente estoy delirando sentimientos guardados en el baúl de los recuerdos.

En fin... los recuerdos se remontan a una tarde opaca, con sentido de lluvia evidenciado en el cielo, y lo último que quería en ese momento, es que Margarita se mojase por mi culpa. Ella optaba por usar transporte que la llevase a su casa —pese a la cercanía qué tenían ambos lugares— o simplemente cuando se daba la ocasión su madre le recogía. Para mi suerte, este día la madre de Margarita no se presentaba, y era una oportunidad de oro que no podía dejar de lado para compartir un corto rato. Empezamos a caminar en busca de su transporte que se hallaba no muy lejos de dónde nos encontrábamos, y cómo el cielo lo demostraba, empezó a lloviznar. No quería que se mojase, su largo cabello tinturado de rojo recién aseado, ni sus cosas, ni ella, era un ofuscado con qué nada ni nadie le pusiera un dedo encima —o en este caso, una gota—. Le presté mi chaqueta, la cual sin dudar colocó sobre su cabeza y procedimos con nuestro camino.

Pocos pasos después, la llovizna se convirtió en una lluvia constante, de esas que te empapan toda tu ropa sin darse uno siquiera cuenta. Fue ahí, cuando el amor que yo sentía, tomó un rumbo inesperado, ni siquiera me esperaba que eso sucediese de tal manera. Margarita tenía en mente, muchos días atrás el querer besarme, situación a la cuál no me sentía ni siquiera preparado, pues los 'besos' anteriores que había dado, no eran considerados realmente uno. Me atrevo a decir que fue una situación totalmente de riesgo para ambos, porque antes de hacerlo nos detuvimos mientras la lluvia aumentaba su ritmo en plena mitad de una calle qué, con el clima que allí se presentaba, estaba un poco concurrida; sin embargo a mi en ese momento nada me importó, solo quería ver, qué iba a acontecer. Margarita me preguntó ¿estás nervioso? a lo cual respondí con un silencio, pese a que no podía contener los nervios que en mi traía. Parecía que Margarita no quería tomar la iniciativa, así que era mi trabajo empezar a dar carbón al horno.

Me acerqué a Margarita, recosté mi cabeza sobre su hombro, y empecé a besarle suave y delicadamente. Aquel beso fue una sensación completamente extraordinaria para mi, la sensación de adrenalina de que en cualquier momento un distraído en la calle nos quitase la vida con su vehículo, el frío que se hacía presente con cada gota de lluvia que tocaba nuestra piel, infinitas sensaciones que recorrían cada rincón de nuestro cuerpo... pero ¿adivinas qué, apreciado lector? todo eso me lo hizo sentir la lluvia. 



Dejando de lado aquel beso entre Margarita y yo, siendo algo que será parte de un bello pasado, centrémonos en lo primordial: La sensación de amar algo sin sentimientos, vacío por dentro, a la lluvia. Muchos sucesos han transcurrido después de ese beso, he vivido grandes experiencias, conocido grandes e increíbles personas e inclusive, he llegado a salir del país. En todos y cada uno de estos momentos ella ha estado presente, observando en silencio y cayendo desde el cielo, consolando cada una de mis tristezas, recogiendo cada lágrima que de mi brotaba y acariciando mi piel, cuando un abrazo sincero yo buscaba. Al ser ella lluvia, me demostró, que no importa cuántas veces caigamos de lo más alto del cielo y nos estampemos fuertemente contra el suelo, con un poco de ayuda del sol regresaremos a lo más alto de nuevo, siendo mejores de lo que fuimos y con gran sabiduría aprendimos de lo sucedido. 

Me enamoré de la lluvia porque es la más fiel compañera, que estará allí conmigo, aunque los truenos y rayos caigan, aunque no haya rastro de las nubes, y el sol se oculte tras la montaña. La lluvia me ha enamorado, porque sé que con ella, las lágrimas se ven mucho más pequeñas. 


Quisiera enamorarme una vez más, pero no quiero hacerlo teniendo el miedo, de que la lluvia me vea llorar de nuevo. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Una historia del baúl de los recuerdos... #1